Adviento, tiempo de cercanía
Cada Adviento que vivimos pone en cuestión nuestras seguridades, nuestro estilo de vida. Cada Adviento despierta algo nuevo en nosotros e invita a cambiar alguna actitud poco evangélica.
Hoy me detenía en la primera lectura que nos ofrece la liturgia de hoy. Para Dios no hay extranjeros. Pensaba en mi realidad cotidiana, rodeada de personas de múltiples nacionalidades y en la de los miles de personas que se desplazan por causa de la guerra, el hambre...buscando un futuro mejor. Él no hace acepción de personas. ¿Y nosotros?
Si Dios prepara de nuevo, en esta Navidad, la manifestación de su amor para todos me preguntaba si es así de universal también mi amor y mi acogida, al menos a los que me tocan de cerca.
Si fuéramos lámparas de luz por nuestro testimonio de apertura y esperanza: entonces seria un Adviento auténtico para nosotros y para los demás. Si nuestra acogida al extranjero, al niño, al pobre, al anciano supiera a más amor...
La celebración de la Eucaristía es el modelo por excelencia de un amor que se entrega a todos. A ella somos convocados personas de edad y cultura distinta. Todos nos aceptamos, de modo especial con el gesto de la paz.
Todos somos alimentados por el mismo Jesús, que Él nos ayude a vivir un adviento de cercanía y mutua aceptación entre todos.
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