Adviento, tiempo de reconciliación

Leyendo la lectura de Isaías me vienen a la mente y al corazón los rostros de "muchas rodillas vacilantes y manos temblorosas". A veces también las mías. Cuántas veces tenemos miedo o nos sentimos desorientados cuani ndo la vida nos coloca dónde no esperábamos.

Es en estos momentos cuando el mensaje del Adviento lucha por colarse en nuestra vida en su más puro y auténtico sentido "levantad la cabeza, se acerca vuestra liberación ", "no tengáis miedo ".

En Jesús se cumple plenamente la profecía de Isaías. Él es quien infunde valor a nuestro espíritu acobardado, el médico que sana  toda enfermedad, la valentía de los que se sentían acobardados.

En la escena de hoy: vio la fe de aquellas personas, acogió al paralítico, le curó de su mal y le perdonó sus pecados, con escándalo de algunos.

No sólo le curó de la parálisis, sino que le dio la salud interior. Lo que ofrece él es la liberación integral de la persona, la salvacióno.

Y es que el perdón de los pecados, obtenido en el  sacramento de la Reconciliación, que en este tiempo de preparación a la gracia de la Navidad tiene un sentido privilegiado,  es liberación. Una liberación que Dios nos ofrece, cuando nos hemos alejado por nuestra debilidad. Él nos espera con los brazos abiertos.

Tal vez muchos a nuestro lado están buscando esa liberación, aún sin saberlo. ¿No será este Adviento, tiempo de facilitar el encuentro de otros con Jesús?

Si también nosotros, como Jesús, que se sintió movido por el poder del Señor a curar, ayudamos a los demás y les atendemos, les echamos una mano, y si es el caso les perdonamos, contribuiremos a que éste sea para ellos un tiempo de esperanza y de fiesta.

Cada Eucaristía que celebramos es Adviento y Navidad, si somos capaces de buscar y pedir la salvación que sólo puede venir de Dios. Cada Eucaristía nos quiere sanar de parálisis y miedos, y ayudarnos a caminar con más esperanza. No nos guardemos este don tan grande.

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