Un hombre de sueños
Hoy, como tantas veces nos ha invitado el Papa Francisco, más allá de una fácil conmoción ante un cuadro de la sagrada familia, es el mejor día ponernos en sintonía con el drama de tantos inmigrantes , deportados, refugiados, de todas las víctimas del egoísmo, del rechazo y de la explotación.
Seguro que nuestras retinas se llenan de imágenes de un año cargado de escenas dramáticas en este sentido.
También para cada uno de nosotros puede haber un destierro, entendido como experiencia de libertad.
Se trata, sobre todo, de ser, como José, un «hombre de sueños», de aceptar la intervención, que es sensible a una invitación que le mueve a partir, que deja sitio a una voz que le dice: «Vete a otro sitio... no te dejes aprisionar... no te dejes enredar... sigue adelante... no te entretengas en un terreno mezquino... ten cuidado con los que quieren enjaularte...».
El cristiano, aunque metido en el mundo, toma distancias frente a un cierto mundo de la apariencia, de la insignificancia, del abuso de poder.
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