Tenía que parecerse en todo
Continúa la liturgia de hoy con la carta a los Hebreos. Ayer nos conmovimos ante la realidad de un Jesús que se ha encarnado en nuestra familia con todas las consecuencias, para salvarnos desde dentro.
Jesús vino a salvar a una humanidad sometida al poder de la muerte haciéndose uno de nosotros.
«Tenía que parecerse en todo a sus hermanos para ser compasivo y pontífice fiel». Tenía que experimentar lo que es ser hombre, lo que es vivir y sobre todo lo que es padecer y morir. «Tenía que» parecerse en todo a sus hermanos. También en el dolor.
Así podrá ser «compasivo»: padecer con los que sufren. Jesús aprendió a ser hombre en la misma experiencia de la vida. Así puede ser «pontífice», «hacer de puente» entre Dios y los hombres. Verdadero Dios y verdadero hombre, Solidario con Dios y con el hombre, une en sí mismo las dos orillas.
Jesús ha venido a salvarnos de esa situación de mal y de muerte también a cada uno de nosotros hoy y aquí.
«Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella». Nuestro dolor es único, pero tenemos la seguridad de que hay alguien que lo entiende. Es «compasivo» porque es «de nuestra carne y sangre», y su camino fue el nuestro. El camino que nosotros recorremos es el camino que ya siguió Jesús. Y Èl ya conoce su dificultad y su dureza. Por eso se hace solidario y «puede auxiliar a los que ahora pasan por ella» y es «pontífice»: nos comunica la vida y la fuerza de Dios, da sentido a nuestra vida y a nuestro dolor, porque lo incorpora a su dolor pascual, el dolor que salvó a la humanidad.
Pidamos al Señor, saber acoger esta realidad en nuestras vidas y así poder ser de verdad solidarios con los que también sufren a nuestro alrededor.
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