Suavidad , cobijo y seguridad

Jesús nos enseña hoy unas actitudes evangélicas de un fuerte dinamismo y compromiso a través de tres comparaciones: la sal, la luz y la ciudad.

La suavidad y la eficacia de la sal

La sal sirve para conservar los alimentos y para dar gusto a la comida.

Nuestro mundo de hoy está necesitado de esa pizca de alegría, de amor, de renovada ilusión y sentido de la vida.

Podemos ser sal contribuyendo a dar a nuestro mundo sabor a Evangelio, allí donde nos encontramos, sin imponernos, con suavidad, en su justa medida.

El cobijo de la luz

Jesus nos dice,  "vosotros sois la luz del mundo". Estamos llamados a ser portadores de esa luz que es el mismo Cristo: la Palabra de Dios, la certeza de su amor único por cada uno de nosotros, que da un sentido de esperanza a la vida. Luz que sirva de orientación y de cobijo a quien se encuentra desorientado o perdido.

La seguridad de la ciudad

Los cristianos, sin grandes pretensiones, deberíamos ser como una casa acogedora para todos los que en este mundo andan en busca de luz, de verdad, de amor.

Sólo el que ama es sal, es luz, es casa acogedora. Sólo el que ama comparte lo que es y lo que tiene, no se impone, no cierra ni se cierra a nadie... Sólo el que ama sale y acoge, ilumina y ayuda a otros a dar sabor a su vida.

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