No te cierres en lo tuyo
El estilo de vida que Jesús nos ofrece es de alegría: se compara a sÍ mismo con el novio, y esto nos recuerda la fiesta y la celebración.
También anuncia que «se llevarán al novio y entonces ayunarán».
No tenemos que conformarnos con un ayuno meramente externo. SerÍa muy superficial no profundizar en lo que todo los ritos exteriores de la Cuaresma quieren ser signo y recordatorio.
El ayuno debería conducir a una apertura mayor para con los demás, a no cerrarnos a lo nuestro.
La lista de «obras de misericordia» nos la recuerda Isaías en la primera lectura: el ayuno cuaresmal debe ir unido a la caridad, a la justicia, a la ayuda concreta a los más necesitados.
Nuestro ayuno cuaresmal no es signo de tristeza. Nuestra vida tiene la alegría de una mirada pascual de los acontecimientos y de las personas, porque Jesús, el Novio está siempre con nosotros.
Y la presencia del Resucitado tiene sus exigencias. Por eso tiene sentido el ayuno. Un ayuno de preparación, de reorientación continuada de nuestra vida. Un ayuno que nos ayuda a descubrir lo importante. Un ayuno serio, aunque no triste.
El ayuno nos hace más libres y debe ser un ayuno significativo: saberse negar algo a sí mismo como signo de que queremos ayunar sobre todo de egoísmo, de apetencias de poder y orgullo. No hace falta que vayamos buscando cruces raras: la vida de cada día ya nos ofrece ocasiones de practicar este ayuno y este «via crucis» hacia la Pascua.
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