Eucaristía, una constante y fiel actitud del corazón

El misterio del hombre, su grandeza conviviendo con su debilidad. Un recipiente de escaso valor lleno de la mayor de las riquezas, el mismo Dios.

Los adversarios de Pablo lo llaman «pobre hombre», a él no le importa confesar su debilidad; así se hace patente que todo lo que realiza viene de Dios.

Señor, Tú que tanto me conoces, ayúdame a aceptarme pobre y limitada, para que sea tu gloria la que resplandezca en mi debilidad.

Este texto describe la vida de Pablo como apóstol, «Atribulados en todo... pero no abatidos... Perplejos... pero no desesperados... Perseguidos... pero no abandonados... Derribados... pero no aniquilados...»

Y uno se pregunta por qué el Señor permite tanto sufrimiento a sus amigos, a los más fieles. En Pablo no hay queja, es un hombre completamente entregado, enamorado, un hombre de las «Bienaventuranzas».

En mis momentos de prueba, Señor, permíteme permanecer junto a Ti para no ser abatida. Los momentos de mayor dolor son para que triunfe la vida. En todo hombre que sufre hay un misterio de vida, una prolongación de la vida de Jesús.

Tú no quieres el fracaso, ni el sufrimiento ni la muerte. Tú última palabra es Jesús vivo. Todas nuestras pobrezas, limitaciones, nuestra pequeñez, nuestro pecado, que terminen hoy en una eucaristía, una acción de gracias, una constante y fiel actitud del corazón.

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