Sitios vacíos que abarrotan

Me viene a la memoria un texto que escribía San Manuel González, decía algo así: La gente tiene hambre de verdad, de cariño, de bienestar, de justicia, de cielo, y quizá, también, sin que se dé cuenta, tiene hambre de Dios.

El Evangelio de hoy es rico en matices, al menos a mí me evoca muchas cosas, pero quisiera centrarme en una cosa. En el pan y en esas gente a quienes quitar el hambre.

Hace un rato he llegado de misa y en el camino de vuelta, no he podido menos que pensar en la desproporción de las playas abarrotadas y en los "sitios vacíos que abarrotan" nuestras parroquias en los últimos tiempos.

Pensaba en la pregunta que los Apóstoles dirigen a Jesús ¿dónde compraremos pan para tantos?... y nosotros, quizá, dirigiríamos hoy a Jesús la pregunta ¿dónde compraremos el "hambre" que cada día escasea? ¿qué hacemos, Señor, con las sobras, con el pan que queda intacto por falta de comensales? ¿cómo avivar las ganas de ese pan de vida?

Una frase de Pablo en la segunda lectura: «Os ruego que andéis como pide la vocación a la que habéis sido convocados. Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos; sobrellevaos mutuamente con amor...», me hacía pensar si todo lo que pide —humildad, amabilidad, comprensión, aguante mutuo— se puede proponer todavía.

He concluido que sí, que si en nosotros es un comportamiento habitual y no una máscara superficial destinada a "contadas ocasiones", si lo hacemos sin miedo, quizá se despierte en los demás el hambre del sentido de lo verdadero, lo bueno y lo bello; en definitiva, el hambre de Dios.



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