En el momento menos oportuno
Jesús empieza su predicación en el momento menos oportuno, por el lugar menos adecuado y con los hombres que cualquiera de nosotros hubiera descartado.
Pero muchas veces el tiempo poco favorable, el ambiente dominado por el miedo, la sensación que nos invade de que todo es inútil: ése es el momento justo para sembrar.
La palabra se deja oir en una zona periférica, la «Galilea de los gentiles», Cafarnaún, y una vez más, el que es la Luz, no va a buscar la luz sino que brilla en los lugares de sombra, mostrando su gloria en aquellos que sufren bajo el peso de la humillación. Su presencia habita los lugares de la ausencia, los lugares del abandono, desafiando la debilidad y la muerte que acechan al hombre.
La «buena noticia » del Reino se comunica a todos, los que esperan, los que andan cortos de esperanza y a los que no esperan ya nada.
Donde hay una persona allí hay posibilidad para el Reino.
Jesús se dirige a unos pescadores, a los que invita mientras están cumpliendo su oficio. Los arranca del mar, de la barca, para llevarlos hacia los caminos de los hombres: «Os haré pescadores de hombres».
La inseguridad es lo único seguro que Jesús puede ofrecer.
A ninguno de nosotros se nos dispensa del viaje esencial, el de la conversión. El viaje verdaderamente comprometido es el que hacemos al nuestro interior para llegar a una inversión total de posiciones, pensamientos, actitudes.
Sólo a través de los cambios decisivos que tienen lugar en las profundidades del ser es como se hace visible la novedad del Reino.
Dejémonos llamar por Jesús en lo ordinario de cada día, dejémonos importunar, abramos nuestro corazón a su Palabra para que nos cambie, para ser cada día más como Él quiere que seamos y así construir Reino.
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