Paradojas evangélicas

Las bienaventuranzas implican la separación de un cierto tipo de lógica. Jesús, nos toma aparte, nos habla al oído y nos propone una palabra distinta, que, como poco, nos sacude.

Las bienaventuranzas no son fruto de una búsqueda humana. Son un don de Dios. Él nos las ofrece y, con ellas, la felicidad.

Muchas veces buscamos la felicidad en los sitios más equivocados y de la manera más errónea. Jesús nos propone una felicidad insólita, paradójica, difícil, pero no por eso real. Todo consiste en dejarse decir una palabra sin temor.

Recibir este don supone también la disponibilidad para intentar la aventura de ser para los demás presencia creíble del Reino.

Dios quiere servirse de nosotros, pequeños, pobres, para hacer palidecer a muchos; para que el mundo comprenda cómo su plan se va realizando.

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