Continúa la aventura de la humanidad
La muerte de un hombre a manos de su hermano es, por desgracia, lo más representativo de la maldad que hay en el corazón humano. Es el pecado que más expresa el odio, la violencia, la intolerancia.
Abel representa a los que son víctimas de la envidia y la maldad de otros. Y Caín, de los que odian y matan a sus hermanos.
Dios defiende la vida humana y pide cuentas de la de Abel a su hermano. A pesar de su respuesta, Dios también le protege a él: «El que mate a Caín lo pagará siete veces».
Dios concede a Adán y Eva otro hijo, Set, para continuar la aventura de la humanidad.
Todos somos un poco Caín, en el sentido de que, en nuestra vida sigue existiendo la envidia y la intolerancia hacia el otro. Jesús nos enseñó a amarnos los unos a los otros, también, y ese es nuestro mayor reto, cuando hay ofensas de por medio.
No llegaremos a derramar la sangre del que nos cae mal. Pero sí podemos tratarle con intolerancia o incluso con violencia, ignorarle, hablar mal, etc.
Escuchemos hoy, en nuestro interior, la voz de Dios: «¿Dónde está tu hermano?». Presentémosle a esa persona que nos ha hecho daño, y pidamos con corazón sencillo y confiado que nos ayude a crecer en amor hacia esa persona, que nos vaya fortaleciendo para dar el paso de perdonar. Ésa será nuestra mejor preparación para recibir a Aquel que se entregó por todos.
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