Vida que surge de las manos de Dios

Hoy leemos otra versión de la creación del hombre más antigua que la del capítulo primero.

Dios, como un alfarero, modela al hombre de la arcilla de la tierra con especial cariño y cuidado. Después le da el espíritu, un soplo del mismo aliento de Dios.

Le encomienda que cultive el jardín de Edén donde le ha colocado. También aparece la orden de que no coma de un determinado árbol.

Venimos de las manos del mismo Dios, llevamos en nosotros su aliento de vida. Somos su mejor obra.

Estamos hechos de arcilla, somos parte de la tierra y eso nos recuerda que estamos conectados íntimamente a todo el cosmos, un cosmos que no es eterno.

Y, a la vez, hemos nacido del mismo aliento de Dios y eso abre nuestro destino a una esperanza mayor. El soplo de Dios, el Espíritu Santo, igual que resucitó Jesús la mañana de Pascua,  toma posesión de nosotros para que vivamos la vida nueva del Resucitado.

Somos barro creado a imagen de Dios. Démosle gracias por habernos dado su ser y su vida.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Adviento, tiempo de humildad

Como en tiempo de José