Como lluvia que da vida
Isaías nos presenta la fuerza que tiene la palabra de Dios, siempre eficaz, con una hermosa comparación: como la lluvia que baja, que empapa la tierra y la hace fecunda.
A esa Palabra que desciende responde nuestra oración.
Jesús nos enseña a evitar la palabrería. A Dios no tenemos que informarle de algo que desconoce ni tratar de persuadirle sobre aquello que queremos que nos conceda.
Él nos enseña el Padrenuestro, que nos va educando en una visión equilibrada de la vida. Dios es el centro. Luego pedimos el pan, el perdón, no caer en la tentación y que nos libre del mal.
La Cuaresma es un tiempo propicio para ponernos a la escucha de la palabra, «comulgar» con ella, que es Jesús mismo, y responder con una oración más entrañable, superando rutinas.
Pidamos al Señor que su Palabra empape la tierra de nuestra vida y la haga fecunda para el Reino.
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