Un Espíritu que nos ayuda a mantener el tipo
Pablo hace que nos cuestionemos nuestra actuación como cristianos. ¿Cómo afrontamos las dificultades? ¿Perdemos el ánimo o sabemos aprovechar toda circunstancia para seguir anunciando a Jesús?
En momentos duros cuesta "mantener el tipo", puede que lo primero que acuda sea la tristeza y que surja en nuestro corazón, como en el de los Apóstoles, poder ver a Jesús, experimentar su presencia a nuestro lado. Es normal buscar seguridades y una prueba visible de que no estamos solos.
Leyendo el Evangelio de hoy el corazón arde, como el de los discípulos de Emaús, ante una doble presencia que nos llena de ánimo y confianza, la presencia del Resucitado, y la del Espíritu, defensor, maestro que hace madurar la fe
¿Dónde experimentar vivamente la presencia del Resucitado en nuestra vida? Diría que la forma privilegiada es la Eucaristía, donde la fuerza del Espíritu hace posible que el pan y el vino se conviertan para nosotros en el Cuerpo y Sangre del Señor, y que en cada comunión nos vayamos transformando en Aquel que recibimos.
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