Cuando en mi corazón no hay poesía

La historia de Tobías y la de Sara nos invita a seguir teniendo fe y confianza en Dios, pase lo que pase en nuestra vida.
No siempre nuestra oración está llena de alegría, de poesía, en muchos momentos se parece a la de Jesús en el Huerto de los Olivos, entre lágrimas y con la angustia pesando en el corazón, porque no vemos salida.
Pero Dios siempre saca un bien de todo lo que nos sucede. Él sufre con nosotros, no se desentiende de la situación por la que estamos pasando y de mil modos nos demuestra que está a nuestro lado.
Repitamos hoy las palabras del salmo: «Dios mío, en ti confío, no quede yo defraudado».
En el Evangelio, Jesús se enfrenta a otra pregunta hipócrita. También responde desenmascarando a los saduceos.
Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, nos tiene destinados a la vida, a la vida con Él.
Una vida en la que no habrá miedo a la muerte y no será necesaria la procreación para asegurar la continuidad de la raza humana. Es ya la vida definitiva.
La Eucaristía es la garantía y el anticipo de esa vida nueva en la que él ya ha entrado. Aceptemos su invitación a la plenitud de la vida.

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