Una desproporción de amor
¡Que lección más hermosa nos trae hoy la Palabra! Una palabra que nos sitúa frente a Dios, como deudores insolventes. Si él no interviene con el acto gratuito de su perdón, nosotros solos no llegaríamos nunca a conquistar la salvación. La salvación es pura gracia.
Todas las deudas que los demás contraen con nosotros carecen de importancia si se compara con nuestro pecado y con la deuda que tenemos con Dios.
Si olvidamos esta desproporción de amor, nuestro comportamiento con los demás será equivocado. No podemos convertir el perdón en una posesión nuestra ni tenemos derecho a consumir de modo egoísta las gracias que se nos regalan. El perdón que recibimos es dado, participado con los demás. El perdón tiene que traducirse en reconciliación, en alegría con los demás a imitación de Dios.
El perdón al otro es la respuesta que manifiesta que estamos perdonados.
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