Ella creyó que nadie la veía
Pero Jesús sí se dio cuenta y llamó la atención de todos.
Otros, más ricos, echaban donativos mayores en el cepillo del templo. Ella echó los dos reales que tenía.
No importa la cantidad de lo que damos, sino el amor con que lo damos.
Dios se nos ha dado totalmente: nos ha enviado a su Hijo, que se ha entregado por todos, y que se nos sigue ofreciendo como alimento en la Eucaristía. ¿Podremos guardarnos algo en nuestra pequeña entrega cotidiana?
Al final del día ojalá que Dios sonría.
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