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Mostrando entradas de julio, 2018

Sitios vacíos que abarrotan

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Me viene a la memoria un texto que escribía San Manuel González, decía algo así: La gente tiene hambre de verdad, de cariño, de bienestar, de justicia, de cielo, y quizá, también, sin que se dé cuenta, tiene hambre de Dios. El Evangelio de hoy es rico en matices, al menos a mí me evoca muchas cosas, pero quisiera centrarme en una cosa. En el pan y en esas gente a quienes quitar el hambre. Hace un rato he llegado de misa y en el camino de vuelta, no he podido menos que pensar en la desproporción de las playas abarrotadas y en los "sitios vacíos que abarrotan" nuestras parroquias en los últimos tiempos. Pensaba en la pregunta que los Apóstoles dirigen a Jesús ¿dónde compraremos pan para tantos?... y nosotros, quizá, dirigiríamos hoy a Jesús la pregunta ¿dónde compraremos el "hambre" que cada día escasea? ¿qué hacemos, Señor, con las sobras, con el pan que queda intacto por falta de comensales? ¿cómo avivar las ganas de ese pan de vida? Una frase de ...

La mayor confianza

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Los discípulos siguen a Jesús por los campos de trigo un sábado. Tienen hambre, están cansados. Pero su mayor confianza es que el Señor va por delante.  Los fariseos critican que los discípulos están haciendo una cosa prohibida, pero Jesús no quiere que sus discípulos tengan miedo o vivan inseguros.  Él nos enseña cómo es el Dios verdadero y de El aprendemos que estamos llamados a vivir en la libertad del amor, amar como  él ha amado, vivir desde la misericordia y no desde el cumplimiento.

A Él le importa

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Jesús conoce mi corazón,ese corazón que a veces atardece cansado  y agobiado. Y a El le importa. No le da igual cómo estoy y quiere sostenerme con todo aquello que me pesa y amenaza mi esperanza. Jesús me recuerda hoy que, si le dejo, puede actuar en mi fragilidad, con su apoyo y consuelo; que con El tengo fuerza para no rendirme en los días malos, en los momentos difíciles, en las etapas de desaliento. Jesús me invita, desde mi experiencia de saberme confortada y de descansar en él, a ayudar a otros cargar con su realidad de sufrimiento y aliviar a quiénes andan cansados y agobiados en su nombre.

Increíble abandonar

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Dios se revela a los sencillos, a los niños y a los pecadores. Sólo la sencillez quita de nuestra mirada el filtro del juicio y hace que veamos la realidad con ojos de acogida y de ternura, abiertos al plan de Dios. Nuestro mundo nos exige cualidades y competencias en tantos ámbitos que acabamos convirtiéndonos en personas complicadas, autosuficientes y corremos el riesgo de vivir no necesitando a Dios.  Jesús se ocupó de los más pobres, compartió su vida con ellos, nos mostró el rostro de Dios en ellos, recriminó a los poderosos de su época el trato injusto que les dispensaban. Me preguntaba si nosotros hoy somos también ese megáfono que sacuda a unos gobernantes sordos ante tanta necesidad en nuestro mundo. En Jesús conocemos cómo es Dios realmente, en sus palabras, en sus gestos, actitudes, elecciones. Dejémonos empapar no sólo por lo que dice, sino también por como actúa y busquemos modos de imitarle, con su ayuda. Increíble abandonar

Arriesgando

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Hoy, Jesús, usa una imagen de radicalidad, aguda y provocadora que sacude nuestra natural tendencia a acomodarnos y a ceder a la sutil tentación de cambiar su voz por nuestras propias palabras. Nos sitúa una vez más en el camino correcto del amor, a implicarnos del todo y con todos, arriesgando y poniendo a Dios en primer lugar, dejando que brote así la verdadera fraternidad. Nadie como María, a la que hoy celebramos en su advocación del Carmelo, vivió con mayor intensidad el amor de Dios en su vida. Nadie como Ella es para nosotros ejemplo del amor y la fidelidad que Dios espera de su pueblo. Aprendamos de Jesús y de María a vivir no una religiosidad legalista y ritualista, sino una fe auténtica que nos impulse a vivir una auténtica relación con Dios y con los hermanos basadas en la bondad, la justicia y en la misericordia.

Ve y refúgiate

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Leyendo la primera lectura que nos ofrece la liturgia de este domingo pensaba en cuántas veces pretendo guardarme un pequeño espacio de donde quede excluido el acceso a la palabra de Dios, que muy a menudo siento que tiene tendencia a ser excesivamente «invasora». Hay partes de mi vida que quisiera "proteger" de las invitaciones de esa palabra, peligrosa y "fastidiosa". «Ve y refúgiate...», también me lo digo a mí misma en ocasiones. Hay tantos sitios «inocuos» en que puede moverse a su gusto. Pero en esos asuntos "reservados" preferiría que no entrase. Sin embargo, la palabra, quién sabe por qué, se empeña en penetrar precisamente en esos espacios que he consagrado a mis comodidades, intereses, planes...de los que intento mantenerla prudentemente alejada. ¡Bendito empeño!